“Los profesores como intelectuales han de contemplarse en función de los intereses ideológicos y políticos que estructuran la naturaleza de discurso, las relaciones sociales del aula y los valores que ellos mismo legitiman en su enseñanza. Con esta perspectiva en la mente, quiero extraer la conclusión de que, si los profesores han de educar a los estudiantes para ser ciudadanos activos y críticos, deberían convertirse ellos mismos en intelectuales transformativos ”(Giroux, 1990: 4)